Una proteína que parece incrementarse durante el aprendizaje clave para una buena salud cerebral
Cuando éramos pequeños cada día aprendíamos algo nuevo, veníamos del cole contando del 1 al 20 emocionados y lo repetíamos durante todo el día hasta que a nuestros padres “les salía humo por las orejas”.
Soñábamos con ser astronautas y por supuesto, hacíamos todo lo posible para conseguirlo: el casco hecho con una caja forrado de papel de aluminio, dábamos vueltas y vueltas sobre nuestro eje para entrenarnos, bebíamos agua al revés y sobre todo creíamos que todo era posible.
Cuando incorporamos conocimientos o habilidades nuevas nuestro cerebro conecta unas áreas con otras, generando nuevas rutas. Es como si gracias a que regásemos una planta le saliesen nuevas ramas, con numerosas hojas verdes, generando un follaje frondoso, que nos da sombra, nos aporta oxígeno y contribuye a que estemos más alegres. Digo alegrar, porque las emociones tienen un papel fundamental en el aprendizaje. Un equipo de investigadores del Massachusetts Institute of Techonolgy (MIT) en Boston; pudieron probar que “el modelo pedagógico basado en un alumno como receptor pasivo no funciona”, o lo que es lo mismo, el cerebro no aprende, no retiene la información si no se emociona.
Si nos adentramos en las entrañas cerebrales encontramos una proteína llamada Cipina que hace no sólo que broten las ramas, sino que la unión con otra proteína llamada tubulina genere ramificación en las raíces, es decir, se forjen nuevas conexiones entre neuronas. “La identificación de esta proteína y de su funcionamiento abre nuevas vías para el tratamiento de las enfermedades neurológicas como el Alzheimer” aporta Bonnie Firestein.
Pero, qué es aprendizaje para nuestro cerebro
Aprender conlleva tener que hacer un esfuerzo para conseguirlo, que nos suponga un reto, que tengamos un objetivo y que nos interese, divierta, guste o motive.
Una vez dominemos la tarea, ya no será aprendizaje, sólo mantenimiento de la ruta. Es por ello por lo que entretenimientos como el sudoku, que muchas veces se ha planteado que es un buen “antiaging cerebral “, deja de rejuvenecer el cerebro cuando dominamos como se hace.
Nos hacemos mayores y dejamos de soñar
Cuando crecemos guardamos el casco de astronauta para siempre y dejamos de aprender, de tener intereses, de divertirnos, de jugar, de reírnos a carcajadas, de imaginar y dejamos de creer que todo es posible. Nuestro cerebro pierda sus hojas y vivimos esperando que pasen los días sin más, como si fuésemos meros espectadores, lo que denominamos vivir sin vivir.
Cuando le preguntamos a los pacientes, qué sueños o qué objetivos tienen, la respuesta suele ser “a mi edad uno ya no piensa esas cosas”, pero como bien dijo Mahatma Gandhi “vive como si fueses a morir mañana. Aprende como si fueses a vivir para siempre».
Porque la vida es muy corta y hay mucho por hacer, mucho por aprender y todo por soñar.
Bibliografía y fuentes
jneurosci.org/content/31/43/15468.abstract
Akum BF, Chen M, Gunderson SI, Riefler GM, Scerri-Hansen MM, Firestein BL (2004) Cypin regulates dendrite patterning in hippocampal neurons by promoting microtubule assembly. Nat Neurosci 7:145–152.
Brown CE, Wong C, Murphy TH (2008) Rapid morphologic plasticity of peri-infarct dendritic spines after focal ischemic stroke. Stroke 39:1286–1291.
Chen H, Firestein BL (2007) RhoA regulates dendrite branching in hippocampal neurons by decreasing cypin protein levels. J Neurosci 27:8378–8386.